Otro fantástico trabajo de Stephen Frears. El film avanza al ritmo de su banda sonora que se vuelve cadente o más acelerada según lo requiere su historia en el momento. Rob, el protagonista, trata al espectador como un amigo al que necesitase saber de su lado contándole sus fracasos amorosos tratando de acercarlo a su posición. Igualmente, lo presupone cercano a sus conocimientos musicales, lo cual hace que éste se interese por la pasión de aquél. Pronto se hace patente que las manías de Rob no solo afectan a sus vinilos, sino que inundan toda su vida y es para entonces que el espectador se siente tan parte de esa vida llena de música, vinilos y desengaños que no soporta no saber como termina. Fantástica.